-disculpe, señorita.
+¿sí?
-normalmente nunca abordaría así a una mujer, pero no he podido evitar fijarme en que tiene usted los ojos de una dama de la que una vez estuve enamorado.
+es una pena amar sólo una vez. he oído decir que hay hombres que consiguen amar dos veces, e incluso más.
-yo sólo he delirado una vez. nunca volveré a enamorarme.
+¡pobre hombre! esa mujer debió de hacerle mucho daño.
-cierto, me hirió de varias maneras.
+pero eso tan solo era de esperar. ¿cómo no iba a amar una mujer a un hombre tan apuesto como usted?
-no lo sé. pero creo que no me amaba, porque me atrapó con una sonrisa adorable y luego desapareció sin decir palabra. como el rocío bajo la débil luz del amanecer.
+como un sueño al despertar.
-como una doncella feérica deslizándose entre los árboles.
+esa mujer debía de ser verdaderamente maravillosa para enamorarlo tanto.
-era incomparable.
+¡bueno! todos sabemos que a oscuras todas las mujeres son igual de altas.
-eso no es cierto.
+está bien. supongo que tendré que creer lo que me dice. quizá algún día logre convencerme.
-esa ha sido siempre mi gran esperanza.
+mantenla. porque sin esperanza, ¿qué nos queda?
y si eso significaba que no era completamente mía, ¿qué? yo siempre sería la persona a la que ella podía acudir sin temor a recriminaciones ni preguntas. así que no intentaba conquistarla y me contentaba con jugar una hermosa partida. pero siempre había una parte de mí que deseaba algo más, y por tanto siempre había una parte de mí que deliraba.
acceso directo a una carrera feliz a través de la ciudad bajo la lluvia con un destino claro en la cabeza.
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